Lo importante es lo de adentro

Hace algunos domingos fui a comer un asado a la casa de mi hermana. No recuerdo bien si fue después de los chinchulines, los riñoncitos, las costillitas o si ya íbamos por el helado (todo esto es para que sufran los lectores nomás) cuando mi cuñado se puso a contar algunas cosas sobre el recital que Green Day dio en Buenos Aires, evento al que fue. Lo que más le llamó la atención, dijo, fue ver a tantas hembras gritando como locas de amor por el cantante de la banda.
"Y... si", acotamos, al mismo tiempo, mi hermana y yo, sin comprender demasiado dónde estaba lo raro del asunto. O sea: el pibe tiene una banda, compone, canta, toca la guitarra y encima está bastaaante bueno.
Mi hermana, entonces, agregó: "Yo le doy al Indio Solari eh". (Bueno, sí, a veces exagera un poco).  Y yo comenté: "A mi, por ejemplo, Russell Crowe me parece horrible. Pero, después de haber visto Gladiator, les confieso que uno le echo".
Este breve intercambio de indiscreciones me llevó a preguntarme qué es lo que hace que un sujeto nos resulte atractivo.