Sobre la vergüenza

Dicen que la vergüenza es robar. Pero a mi no me joden: vergüenza es estar hablando con un bombonazo y sentir que tenés un moco asomando por la fosa nasal. Caerte cuando estás bajando del bondi justo en la puerta de la facultad. Ir al baño del bar en medio de una cita romántica y descubrir que tenés un orégano estampado en el diente. Eso es vergüenza. Es esa sensación de que no hay retorno. Y no hay depilación completa ni perfume francés que pueda levantar nuestra imagen, que ha quedado por el suelo.

Por supuesto, no a todos nos generan vergüenza las mismas situaciones. Y éstas, además, van modificándose en el  transcurso de la vida. Por ejemplo, a mi, cuando era chica, me daba muuucha vergüenza que mi mamá me mandara a la farmacia a comprar "una caja de O.b. súper de veinte". O sea: tampones, tamaño XXL, muchos. No recuerdo bien qué pensamientos me atacaban cuando estaba frente al farmacéutico (que SIEMPRE era hombre), pero sí recuerdo bien cómo iba aumentando mi temperatura corporal a medida que se acercaba el momento de hacer el pedido, hasta llegar al punto de la ebullición.
Las situaciones, decía, cambian, pero el sentimiento nos acompaña por el resto de nuestras vidas, hasta que la muerte nos separe.

Pero ¿por qué sentimos vergüenza? La sentimos porque hay alguien que nos mira. Siempre se trata de la mirada del otro. La vergüenza, entonces, no es robar: la vergüenza es que nos descubran robando.
Porque la realidad humana es social antes de ser razonable, somos lo que hacemos y dejamos de hacer con nuestra existencia, pero también somos lo que los otros nos ponen como rótulo, nos guste o no.
En este sentido, les recomiendo que hagan la siguiente experiencia: pídanle a cualquier persona cercana que, honestamente, los describa. Es horrible, les juro.
Una vez, un profesor de la facu, nos dio esta consigna como ejercicio: teníamos que escribir en una hoja lo que veíamos en el compañero que teníamos sentado al lado. Después (esto no nos lo dijo al dar la consigna) teníamos que intercambiar los papeles y leer la descripción que habían hecho de nosotros. No me fue tan mal en esa oportunidad. De hecho, recuerdo que salí del edificio con una sonrisa dibujada en la cara, pensando en la buena imagen que se había hecho mi compañero de mi (aunque no creo que a él le haya pasado lo mismo con la descripción que hice sobre él). Y entonces llegué a casa y le pedí a mi mamá que me describa. La puta madre. Quién me mandó. No me fue tan bien en este caso, digamos.

Lo que nos devuelve el otro es una imagen de nosotros mismos que no podemos manejar. Y esta falta de control sobre lo que el otro piensa de nosotros genera violencia. Si el otro es nuestra madre o nuestra pareja, lo más probable es que entablemos una discusión menor en la que abunden frases del tipo "yo no soy así", "peor vos, que sos así, así y así" o "andate a la mierda, no se puede hablar con vos", y punto.
Pero ¿qué pasa cuando estos intercambios se dan, por ejemplo, entre hinchas de Boca y River? O árabes y yanquis. O arios y judíos. O entre patoteros sindicales asesinos y jóvenes de 23 años con barba.

Debemos aceptar que el otro nos convierte en objeto, al vernos como nunca nos veremos, y que ese objeto se nos escapa puesto que es para otro. Este poder del otro sobre nosotros nos deja sin defensas.
Y si no me creen, miren lo que nos pasó, un día, a mi hermana y a mi:
Cuando éramos chicas –alrededor de diez años de edad más o menos–, teníamos en el barrio un grupo de amiguitos con el que pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo libre. A pocas cuadras de nuestra casa vivía un chico, de nombre Oscar (pero con acentuación grave, no aguda. Como los premios de la Academia de Cine Norteamericana: Óscar). Él no formaba parte de nuestro grupo. Nos parecía muy torpe y, además, usaba los pantalones abrochados quince centímetros por encima de la cintura. En fin, el blanco ideal para disparar toda nuestra maldad infantil. El destinatario de nuestras cargadas (aunque, en definitiva, nunca le hayamos dicho nada a él, face to face. No era taaanta nuestra maldad. Nos burlábamos a sus espaldas, nada más). Resulta que, años más tarde, cuando mi hermana tenía quince años y yo dieciséis, nos anotamos para hacer la confirmación, ese sacramento que está entre la comunión y el casamiento, y que en nuestra época de secundario se hacía más para conocer chicos que por una inclinación religiosa. La cuestión es que Oscar –que seguía usando los mismos pantalones– resultó ser guía, o coordinador, o algo así. Y durante uno de los campamentos que se hicieron se le ocurrió decir unas palabras frente a los, qué se yo, ponele, doscientos adolescentes que habría en el predio. En medio de su discurso, micrófono en mano, dijo algo así como que se alegraba de ver allí a dos chicas, hermanas, de su barrio, que ÉL SOLIA CARGAR con sus amigos cuando eran chicos. Por suerte no dijo nuestros nombres ni nos señaló, porque hubiese sido el papelón de la década para nosotras. Pero yo me indigné. Quise que el muchacho sufriera una descarga eléctrica desde el micrófono, para que entrara en razón. ¡¿Cómo tenía el tupé de decir semejante cosa?! ¡Si no podía cargar a nadie! ¡¿No se daba cuenta de que él era el sujeto cargable?!
En fin, lo que rescato de la anécdota es el hecho de que, por primera vez, comprendí que el otro nos asigna identidades que no estamos dispuestos a asumir como propias. De ninguna manera.

Entonces, lo importante es plantearse hasta qué punto somos capaces de llegar, como individuos y como sociedad, con el fin de neutralizar la mirada del otro. Cuando no somos capaces de dominar su perspectiva, ¿qué hacemos? ¿Lo maltratamos? ¿le declaramos la guerra? ¿lo invadimos? ¿lo fusilamos?
Mejor, elijamos ponernos un poco colorados. Y listo.

9 comentarios:

  1. Había un tal Goffman que hablaba algo sobre estas cosas, ¿no? No sé, tendría que rebuscar en mi biblioteca, pero recuerdo que cuando lo leí me gustaron sus reflexiones... Observo que la catarsis continúa desarrollándose... Muy bien, espero que la terapia elegida rinda sus frutos... ¿Qué te parece como próximo tema para tus reflexiones el AMOR y el DESAMOR? ¿O me vas a decir que no tenés nada para escribir al respecto?

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  2. Seguramente haya algo de Erving Goffman en las cosas que escribo, me resulta súper interesante y atractiva su sociología de la vida cotidiana.
    ¿Sobre AMOR y DESAMOR? ¡Guau! Hay tanta tela para cortar... Pero no sé si me le atrevo al tema, así, como lo propone usted, vio. De todas formas, si presta atención, algo de eso hay, siempre, en lo que escribo. Y algo más va a aparecer.
    Ya va a aparecer.
    Gracias, Anónimo, por seguir comentando.

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  3. ya hablar de amor y desamor?? creo q falta todavia, esto me divierte mas.
    con respecto a Oscar, ademas de reflejar una identidad, creo que tambien te engaño con su apariencia, porque quien iba a pensar que ese pibe con aspecto torpe y ridiculo, iba ser capaz de reaccionar de esa manera, no?
    Lolo =)

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  4. Realmente me gusto mucho tu reflexión.... me asombra, me ha dejado anonadada!!! quiza luego te pueda explicar por qué...
    Yo sentí muchas veces verguenza... desde que te acompañaba a comprar los tampones...realmente es una sensación ... inexplicable...
    Podemos expresar muchas ideas al respecto... y anécdotas ufffffffffffffff

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  5. Bueno, veo que ya somos demasiados "Anónimo" y dada la confusión en el intercambio de comentarios que esto puede seguramente generar, he decidido autodenominarme como "Anónimo-1"... Y para acotar el perfil, digamos que soy el que realizó el primer comentario en el blog y el que señaló a Goffman como lectura interesante... (Para más datos, soy fanático de Kurt Vonnegut)... Adío...

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  6. A ver...

    Loló: No creo que Oscar me haya engañado. Para mi sigue siendo el mismo torpe y ridículo de siempre (y te aseguro que a vos te parecería lo mismo si lo conocieras), lo que pienso es que somos nosotros mismos los que nos engañamos al creernos exentos de los rótulos (de los que no nos gustan, digo). No nos engañemos más: siempre vamos a ser los boludos para alguien.

    Ce: Me alegra que te haya gustado la reflexión y espero que puedas explicarme eso de que te dejé anonadada (¡Guau!) Y si... ¡cuántas anécdotas!

    ¡Gracias amigas por el aporte!

    Anónimo-1: Le cuento que, hasta ahora, el único anónimo-anónimo, digamos, es usted. Además de ser el primero en romper el hielo, cosa que le agradezco infinitamente.
    Por lo demás, no se preocupe, soy bastante hábil para identificar sujetos en los discursos a partir de sus estilos, así que me tengo fé en eso de sortear una posible confusión.
    Por último, debo reconocer que tuve que buscar al tal Kurt Vonnegut en la Wikipedia, y me dieron ganas de leer algo suyo, ¿qué me recomienda como pa empezar?

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  7. Sin lugar a dudas, Matadero 5 y/o Galápagos... El gran Kurt ha escrito muchos más, pero yo empezaría por ahí... Lo que quizás le cueste es encontrar algún ejemplar en las librerías, se lo edita poco... Quizás en Cúspide ubique un Matadero 5 editado por Anagrama... Los fans de KV somos de guardarnos sus libros como tesoros, así que también se le dificultará en las ferias o negocios de usados... De ser así, si bien no soy de prestar libros (mas sí de robarlos, y aquí aprovecho para pedirles perdón a todos aquellos que alguna vez me prestaron alguno), con usted podría hacer una excepción con tal de acrecentar el club de fans de KV... Buenas tardes, y buena suerte...

    PD: ¿Cómo va esa dura lucha de ser madre?

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  8. Uy si, qué vergüenza me daba comprar los o.b. Y pedirlos como "tampones"! Qúe vergüenza!! Me acuerdo cuando la vecina nos pedía que le compremos las "triquilar". Eso no me daba vergüenza, pensaría que se trataba de algún antigripal...

    Realmente siempre se trata de la mirada del otro. Más aún en aquellos que se autodefinen indiferentes a la mirada ajena; allí es donde más se refleja esta cuestión. Porque vivimos en sociedad, actuamos en ella y para ella, y siempre esperamos un reconocimiento, una crítica, una opinión…del otro.
    (eso creo)

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  9. Anónimo-1: Creo que voy a tener que aceptar su propuesta, el hecho de que se lo edite poco y se dificulte tanto encontrar un ejemplar, entenderá, aumenta sobremanera mis ganas de leer a KV. Le confieso que fui a una sola librería a consultar, pero todas mis fichas estaban puestas en ella.
    Gracias por seguir pasando por aquí.
    PD: Y, si, a veces es dura la lucha, pa qué le voy a mentir. (Comprenderá por qué no actualizo demasiado seguido este blog) Pero la recompensa es grande, de verdad.

    Mi otro yo: Jajaja, las "Triquilar" eran... ¡anticonceptivos!
    Con respecto a tu opinión sobre la mirada del otro, creo lo mismo que vos, claro.
    Gracias por comentar. Y avísote que seguirás apareciendo en mis posts, te guste o no.

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